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domingo, 7 de marzo de 2010

En República Dominicana la delincuencia no tiene nombre


Por Andrés Beato Betances
Rep. Dom. La delincuencia en República Dominicana se ha convertido en los últimos años en un tsunami, que ni a plena luz del día se puede ya transitar libremente.
Ahora mismo hay que andar con cuatro ojos quizás así nos evitamos o nos quitamos el temor de ser atracados, pues uno ya uno ni sabe si son civiles o militares los delincuentes que andan en las calles sin ningún control reglamentario.
Hay quienes alegan y culpan de este mal que arropa a todo el territorio nacional al alto índice de desempleo que existe, otros se lo achacan a los drogadictos.
Respecto a los drogadictos en ciertos sentidos tienen razón, porque sin lugar a dudas estas personas hay considerarlas como enfermos y que necesitan tratamiento psiquiátrico, pero cuando tienen la ansiedad para usar los estupefacientes y no tienen dinero para comprarlos, salen a las calles y al primero que encuentren en el camino le ponen un revolver en la cabeza o un cuchillo en el pecho para despojarlo de todo lo que tenga encima.
Sin embargo, aquí no sabemos distinguir si son los santos de los altares o los demonios de Lucifer que andan sueltos en esta descomposición social y moral por la cual estamos atravesando los dominicanos y otros países de Latinoamérica.se ha convertido en los últimos años en un tsunami, que ni a plena luz del día se puede ya transitar libremente.
Ahora mismo hay que andar con cuatro ojos quizás así nos evitamos o nos quitamos el temor de ser atracados, pues uno ya uno ni sabe si son civiles o militares los delincuentes que andan en las calles sin ningún control reglamentario.
Hay quienes alegan y culpan de este mal que arropa a todo el territorio nacional al alto índice de desempleo que existe, otros se lo achacan a los drogadictos.
Respecto a los drogadictos en ciertos sentidos tienen razón, porque sin lugar a dudas estas personas hay considerarlas como enfermos y que necesitan tratamiento psiquiátrico, pero cuando tienen la ansiedad para usar los estupefacientes y no tienen dinero para comprarlos, salen a las calles y al primero que encuentren en el camino le ponen un revolver en la cabeza o un cuchillo en el pecho para despojarlo de todo lo que tenga encima.
Sin embargo, aquí no sabemos distinguir si son los santos de los altares o los demonios de Lucifer que andan sueltos en esta descomposición social y moral por la cual estamos atravesando los dominicanos y otros países de Latinoamérica.

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